Italia, enclavada en medio del Mediterráneo, sirvió de puente durante siglos y se configuró a través de un lento y magnifico proceso de intercambio y acrisolamiento de razas y culturas. Como una mano fantasmática que penetra en las aguas del Mare Nostrum, enlazó Africa y el Medio Oriente con los siglos propiciadores de la Romanidad. Sirvió de frontera y de enclave entre oriente y occidente y gracias al aporte de las ricas culturas que la habitaron o transitaron, fue espacio fructífero y centro neurálgico, hasta un siglo después del descubrimiento de América, para la conformación de una única civilización: la occidental, y su manifestación más gloriosa: el Renacimiento.
En la cosmovisión itálica las matrices de la antigüedad greco latina y el exquisito arte renacentista coexisten vivas y operantes, porque cualquier italiano convive con ellas, aún cuando no sea capaz de explicarse conscientemente el valor que cada una de estas manifestaciones atesora.
Gracias a estas matrices es que los italianos, en el conjunto de los grupos que emigraron a la Argentina, se destacaron no sólo por su tesón y destreza en las tareas agrícolas y, quienes se radicaron en contextos ciudadanos, por su capacidad y potencialidad creativa, en las tareas ligadas a la construcción: la albañilería y el diseño de frentes y molduras. Sino que también demostraron una especial disposición para el arte. Es que traían consigo, además de la cultura popular que transmitieron en sus canciones, gastronomía y práctica sociales, ese magnífico tesoro. Así lo reconoce el escritor y periodista Enrique Butti, al destacar el bagaje cultural y el gusto estético que poseían sus padres, inmigrantes de última generación y con escaso grado de escolarización.
Por otra parte, la presencia de artistas italianos dedicados al arte pictórico fue importante y destacada ya desde las primeras épocas. El crítico santafesino Jorge Taverna Irigoyen así lo reconoce: “La historia del arte santafesino está muy ligada a la impronta de la italianidad. Si bien en todo momento, desde la época de los artistas viajeros, nuestra geografía tuvo la influencia europea, creo que es más significativo cuando comienzan a llegar los pintores, los artesanos que se instalan en la ciudad de Santa Fe y en la región a través de pedidos o directamente con la intención de radicarse e instalar sus talleres y demás”.
La especialista Nanzy Sobrero de Vallejo, señala la importancia que todos tuvieron en la formación y educación estética, ya sea por el magisterio a través de Academias y en cátedras en instituciones públicas y privadas. Y porque dieron origen y sostuvieron consecuentemente la promoción corporativa del arte a través de una Asociación que desde 1928 nuclea a los artistas santafesinos.
Pero tan rica presencia no había sido hasta ahora sistematizada ni visibilizada en su conjunto.
Iniciamos este espacio con un recorrido por la producción de 10 artistas italianos que se radicaron y enriquecieron el patrimonio artístico y la estética local con su obra y magisterio. Desde el primero en radicarse, Héctor Facino en 1868, hasta los dos últimos: Salvador Massa, a quien tuvimos el honor de entrevistar antes de su muerte en octubre de 2013. Y Benito Postogna, quien hace cuarenta años eligió esta ciudad para vivir y alterna su producción entre Santa Fe y su Trieste natal.
El lector podrá tomar contacto con el patrimonio hoy existente, gracias a la anuencia de las autoridades de distintas instituciones y albaceas, quienes nos permitieron acceder a los archivos y pinacotecas, y fotografiar la obra que se atesora.
El recorrido se complementa con otros aportes gráficos, periodísticos y documentos personales, que, silenciados en archivos públicos y privados, salen a la superficie a instancias del entusiasmo que la misma investigación genera.