ARTE
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Sobre el Oficio...
Los herreros acompañaron a los conquistadores españoles y fueron esenciales para garantizar la seguridad y la defensa ya que su principal función era la de mantener las armas en condiciones y fabricar cuchillos y utensilios, así como la de garantizar las comunicaciones a partir del arreglo y producción de herraduras para los caballos. Pero también las casas requirieron de su destreza pues quedó en sus manos la fabricación de goznes, quicios, trabas para las puertas y sólidas rejas para las ventanas. Y la fabricación de las bellas puertas enrejadas que en la casa colonial demarcaban el límite entre el espacio privado del patio y la acera, sin impedir la mirada fisgona de los circunstanciales curiosos.
Al mismo tiempo los herreros se fueron especializando en la fabricación y mantenimiento de arados, instrumentos de labranzas y objetos para las tareas agrícolas e industriales.
Pero otra especialidad se fue consolidando y mostrando la capacidad artística de sus ejecutores a impulsos de la llegada y radicación de los inmigrantes.
Con el paso del tiempo, tanto en la ciudad capital como en las colonias nacientes, las propiedades comenzaron a mostrar sus fachadas enjoyadas con rejas cargadas de ricas volutas y torzados.
Según la estética impuesta por el estilo de la casa italianizantes, o “casa chorizo”, las altas ventanas de sólidas celosías y las puertas de ingreso requirieron de su maestría y arte. Ya que los herreros, en gran número, aunque sus nombres no hayan llegado a nosotros, acompañaron el proceso de renovación arquitectónica que caracterizó el período.
Las fachadas comenzaron así a enjoyarse con rejas a media caña, las que, con mayor o menor riqueza ornamental según la capacidad adquisitiva del comitente, cumplieron una función más ornamental que defensiva, y otorgaron al paisaje arquitectónico un estilo característico, todavía visible en los espacios urbanos y rurales, nacidos al fragor de la inmigración.
En la "Primera Exposición y Feria Agrícola e Industrial" de la provincia de Santa Fe en 1887, el nombre de Carlos Cerana y su taller ocuparon un espacio de privilegio.
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