“ A pesar de que la concepción de ciudadanía que promovía la elite gobernante desde las últimas décadas del siglo XIX aspiraba a suprimir las diferencias
culturales, idiomáticas y étnicas, los grupos de inmigrantes, por su parte, no sólo se dieron sus instituciones, sino que se proyectaron hacia lo público
a través de la prensa en su propia lengua, la nominación también de calles y espacios en la ciudad, el homenaje ritual en sus fechas patrias, y el culto
a sus propios héroes. Así, mientras quienes gobernaban replicaban con sus intentos asimilacionistas, los inmigrantes buscaban mantener sus propios particularismos,
de allí que sus empeños en crear, inventar, reactualizar una tradición histórica, vinieron acompañados además por determinar cuál era el espacio propio y cuáles sus límites.
La tradición inventada, como dice Hobsbawn, remite a un conjunto de prácticas, en general reguladas por normas abiertas o tácitamente aceptadas, y dotadas de una
naturaleza ritual o simbólica, que se proponen inculcar determinados valores y normas de comportamiento en las cuales está implícita la continuidad del pasado.
Esta invención de tradiciones también en el mundo de las colonias agrícolas se valió de referencias a situaciones del pasado, a través de las disputas en el campo simbólico.
Así entre los italianos, la necesidad de interpelar a los propios connacionales y a su descendencia, se valió frecuentemente tanto de la prensa étnica como de
las fiestas nacionales. La imagen de la patria, asociada al mito patriótico, afloraba entonces con toda su fuerza, particularmente para el 20 de septiembre, ya que como
dice Dore: no había ni una perdida colonia que no publicase un manifiesto para la fecha y no la solemnizara con salvas de bombas al amanecer, banquetes coloniales o cosmopolitas y cortejos cívicos.