Entrevista: Juan Carlos Mercier

Zenarruza: Estamos haciendo una investigación en la Facultad de Humanidades y Ciencias, mi jefa es Adriana Crolla, y estamos haciendo una recolección de las corrientes migratorias. Mi jefa se ocupó de los italianos y nosotros, con este equipo, nos ocupamos de los franceses. Es un trabajo que hay que hacer y además no hay ninguna asociación que nuclee a los descendientes de franceses. Los hijos de franceses deberían hacer una pequeña asociación.

Mercier: Vos sabías que mi mamá era italiana; mi papá, francés.

¿Vos tenés la nacionalidad francesa?

Sí, y mis hijos también.

¿De dónde venía tu papá? ¿Cuál es tu filiación con los franceses?

Ésta es el acta de nacimiento de papá: en la mairie de Largentière, en el departamento d’Ardèche, los antiguos auverniars, del Macizo Central, aquellos hombres muy parecidos a los vascos, de montaña, muy duros, secos, pero muy trabajadores. Es un pueblito perdido en la montaña, unos 100 km a la izquierda y un poquito hacia arriba de Avignon. Lo podés encontrar en Google, en la plaza principal, un triangulito, hay un bar y ahí es la casa donde nació papá. Vivían arriba del bar. Largentière tiene 1.800 habitantes, un pueblito muy chiquito. Él nació el 11 de julio 1898. Es hijo de Jean-Georges Ferdinand Mercier y Pauline Louise Ville. Murió en Santa Fe el 21 de julio de 1993, recién había cumplido los 95 años. Yo fui de muy chico, a los 5 años… bueno, vamos por partes. Mi abuelo, a quien yo no conocí, era licorero, estos eran los licores que él fabricaba, estaba muy cerquita. Esto me lo mandó un primo hermano mío para recuerdo. Lo que acá figura, efectivamente, era un productor de licores. Eran tres hermanos: Maurice -el mayor-, papá -que era Emile Henri- y el oncle Georges -que era el tercero-. El único que se vino a la Argentina fue papá.

¿Por qué vino a la Argentina?

Porque cuando empezó la primera guerra mundial, estaba estudiando, había sido becado en una escuela pública, para obtener una especie de título como la Escuela Industrial. A los dos años empezó la guerra, avanzaron donde estaba la escuela, los alemanes cerraron la escuela, pero a papá lo trasladaron a otra escuela, él seguía estudiando. Cuando se recibe, 1916, le dicen que tiene que ir a combatir. Poquito antes de morirse, un día me empezó a hablar y me sacó una fotocopia de la última prueba que hizo antes de ir a la guerra. La composición francesa era “faire des chateaux en Espagne”, para un chico que iba a la guerra, imagínate qué podía escribir. Nuchi antes de fallecer había hecho la traducción, tengo una copia, te la dejo. Es muy emocionante leer lo que él pensaba que iba a ser su futuro. No fue una composición –fijate que sacó 19/20- él tenía ilusiones para después de la guerra. Sabía lo que iba a encontrar; no era un desahuciado; era un ilusionado. Iba a defender la patria, pero sabía que tenía un futuro. Después te dejo esta entrevista de El Litoral que le hicieron poco antes de morir. Lo mandaron a pelear, en el frente que va desde las Ardenas, la parte de Luxemburgo, y más al sur, entre Francia y Alemania, Les Vosges hasta la Champagne. Lo mandan a levantar les “saucices” que eran como esos globos cautivos, como unas salchichas, el camioncito los levantaba a 300 metros y ellos subían para ver dónde estaba la artillería enemiga. Era un puente de observación muy delicado. A él se le muere el padre y va en bicicleta al velorio y cuando vuelve los habían emboscado. O sea que sobrevive por el hecho fortuito de haber ido al velorio de su padre. Sobrevivió hasta el final de la guerra, con un tímpano perforado que fue la única herida que tuvo. Cuando terminó la guerra, hacía tres días que no comían, el pan más cercano lo cortaban con un hacha. Lo primero que preguntaban era “quién ganó” porque era tal la masacre que no podrían creer que habían ganado. Termina la primera guerra mundial y busca trabajo. Lo consigue en Lyon de noche, cerca de Lyon, iba en bicicleta no sé cuántos km, en un torno matricero con un español venido o fugado de allá. Era un trabajo muy duro y el español le empieza a llenar la cabeza de por qué no se venía a América, donde había varias opciones. Hasta que un día él decide venirse al ferrocarril francés. Viene a Santa Fe, hace todo su periplo y los franceses lo mandaron a trabajar de “fauvista”, el que sube al tren para ponerle con la pala el carbón al fuego. “Ex combatiente, técnico, querés trabajar, el único trabajo que hay es éste”. Digo esto porque hay que dimensionar… él con 18 años, fue a pelear, creo que estuvo tres años en la guerra, y termina buscando un trabajo, viniendo a un lugar totalmente desconocido, pero había un trabajo. El tren iba a Resistencia ida y vuelta. Te voy intercalando anécdotas: un día en Vera, un ex intendente que se llama Carignan, también descendiente de franceses, estando yo con él, me dice hace unos 15 años: “Vos sabés que tu papá, cuando el tren se quedaba acá, con mi abuelo se juntaban y –no andaba de farra porque Vera era un lugar bravo, el prostíbulo de la Forestal, era el juego, la prostitución- se dedicaba –y me la mostró porque la tiene en su casa- una réplica de la Porteña, en escala”. La hizo en un tamaño de 1 metro y funciona; la puso en marcha. La hizo mi padre porque él tenía todos los oficios, lo sabía todo. Cuestión que está en su casa en Vera y le dije que lo donara al Museo Ferroviario, pero eso no pasó. Después lo trajeron a los talleres. Cuando papá viene a los talleres, él vivía por acá, por esta zona (cerca de la Alianza Francesa), en la casa de un ex ferroviario. Mamá había venido antes de la primera guerra. Había nacido en 1907; primero se había venido el padre solo, que era capataz de obra, y después se la trajo a la esposa y a mi mamá, que era la única hija, en 1914, justo antes de que empezara la guerra. Mi mamá estudió en l’École française, con 17 años se recibió y empezó a dar clases de francés. Acá (en la Alianza), en la pérgola donde se instalaba la orquesta y bailaban, acá se conocieron en una kermesse. Mi padre estaba en el ferrocarril y ella era profesora. Se casaron muy jóvenes y tuvieron cuatro hijos, de los cuales yo soy el menor y el único vivo. Mi hermano mayor que era Héctor Jorge, “Nuchi” María Eugenia, Emilio y yo. Todos mis hermanos con sobrenombre francés: Teté, Nini, Milou y yo, Juanchi! (risas). Y el sobrenombre de papá era Mimile. En ese devenir de la historia, viajan en 1928 recién casados a Francia. Mamá dice que le quedó grabada la despedida con su madre desde el trencito, despidiéndose como que ya no los iba a ver nunca más. Vuelven a viajar en 1938, previo a la segunda guerra mundial; viajaban ellos dos, mi abuela materna (yo no conocí a ninguno de mis abuelos), ya todos los otros habían muerto, Nuchi y Teté, cuando están en Francia se cierra la frontera con Italia y se venía la guerra. Mamá había nacido en Pombia, Novara, un pueblito muy chiquito en límite con la Lombardía y el Piamonte. Ella era piamontesa. Malpensa está a 20 y pico kilómetros de Pombia. Él se va a los Alpes, de la desesperación de ir a buscarla a mi abuela, no sabe cómo la vio, en la frontera, coimeó a uno de la aduana, la hizo pasar, se la trajo con él y se fueron volando al Mediterráneo a ver cómo se podían volver. Fueron a hablar al cónsul de Argentina en Marsella y le dijo: “váyanse lo más pronto que puedan. Su suegra y su esposa son italianas, pueden terminar en un campo de concentración; ud. y su hijo pueden ir a la guerra y su hija puede quedar sola. Así que disparen de esta guerra”. Una vez más, se quedaron sus dos hermanos allá, que vivían en Largentière, tenían un tambo, que después ocuparon los alemanes, que se llevaban el suero. Vienen de vuelta y en el 47 Perón estatiza los ferrocarriles. Yo lo conocí a Perón en Puerta de Hierro. Cuando estatiza, papá dice –yo lo tengo presente- les dan la opción a los franceses de repatriarse. En 1948, este pasaporte que tengo acá de cuando tenía 5 años, el 4 de mayo, nos fuimos a Francia. Éramos 6. Llegamos a l’Havre, estaban todavía los barcos hundidos, toda Francia estaba en reconstrucción, camiones y camiones y camiones con escombros, y otra cosa que tengo acá es la cartilla de racionamiento: se comía lo que había y en base a una cartilla. Todas las tardes nos daban una varilla de pan mausser y una tableta de chocolate. “Mamá dame otra cosa”, “No hay, esto es lo que hay”.

Entrevista: Juan Carlos Mercier

¿Fuiste a la escuela allá?

No, no alcancé a ir. Llegamos a estar unos 3, 4 meses. Por eso yo estuve como 30 años sin poder comer chocolate; ahora me gusta, pero estuve mucho tiempo sin poder comerlo. Fuimos a Italia para ver a los parientes de mamá, vivían en el “cason”, que era como una vieja casa de campo con los animales abajo, la gente, arriba, un patio en común. Estaba frente a una iglesia, “Ladrones de bicicleta” se filmó en 1948. Mis primos italianos no tenían nada para jugar, pero tenían una bicicleta, pero sin cadena. Las fábricas estaban rotas, entonces no había cadena por ningún lado. ¿Cómo nos divertíamos? subiéndonos a la iglesia, nos íbamos hasta arriba a tirarnos por la pendiente. Era todo el divertimento. Y después la comida: con la olla común y popular. Me acuerdo que era poner lo que había y se comía lo que había. En todo ese ida y vuelta, a papá lo llamó el ingeniero Martínez –que fue alumno de mamá- para que se volviera y lo nombraron –mirá cómo es: de fauvista- contramaestre general de todos los talleres: de acá, de Laguna Paiva, de San Cristóbal, de Tafí del Valle. En un momento durísimo, muy difícil porque allá no conseguía trabajo y acá se encontró con un peronismo muy… que le mandaban gente que no sabía el oficio, que eran punteros o empleados, a los que él les enseñaba un oficio, para que supieran manejar un torno, gente que le vino a agradecer porque pudo poner su tallercito, porque había aprendido esto. El torno que fabricaba Sideral era una copia del torno que se había traído de Francia. Ah… me olvidé: En 1948 salimos en tren a Buenos Aires, donde hoy está la estación de ómnibus. Cuando llegamos a África, los barcos eran de carbón de piedra, es un olor muy fuerte, especial, que no te lo olvidás más. Llegamos a Dakar, mi viejo después me hizo hacer toda la revisación médica. Mirá qué destino tenía yo si iba a la guerra: me tenía que presentar en Dakar. Entonces cuando llegamos, me acuerdo papá dice “vamos a bajar, pero vamos todos juntos porque se roban los chicos”. Entonces yo tengo la idea de los negros africanos y después cuando volvimos al barco, nos pusieron en un salón y los marineros nos cuidaban mientras el barco hacía escala. Cuando papá vuelve empieza la peor etapa porque primero se hace cargo, pero después se muere Evita, el luto y mi viejo no quería saber nada, entonces lo echaron y se fue a trabajar a la Forestal, a Villa Guillermina, porque ellos tenían un ferrocarril interno, lo pusieron a que administrara todo eso: Villa Ana, Villa Guillermina. Eso fue en 1953-4. No duró mucho. Mamá seguía dando clases. Mi hermano mayor ya estaba estudiando ingeniería química, mi hermana en el secundario. Mamá tuvo un tumor en medio de todo ese lío, vino el médico Moalen con la novedad de que en vez de operarlo, lo quemaban con los isótopo reactivo. Mamá murió a los 95 años por efecto de la radiación, a la larga tuvo complicaciones. Entonces papá decidió volver. Fue un momento muy duro económicamente porque no tenían trabajo, mi hermano mayor alcanzó a recibirse de ingeniero, se fue a Buenos Aires y después becado a Francia. Mi hermana Nuchi no pudo hacer una escuela universitaria porque tuvo que salir a trabajar. Y la vida siguió así en una etapa muy madura de él. Mi papá muere el 21 de julio de 1993, a los 95, igual que mamá y el oncle George, pero los herederos no tenemos esa suerte. Tuvo una vejez prolongada, viajó varias veces a Francia, como ex combatiente, los franceses siempre le tuvieron un respeto, cada vez que viajaba siempre tenía los servicios de salud. Malecau era muy amigo de papá, era oficial. A papá se le había metido en la cabeza que mi hermano mayor fuera militar y marino, pero en ese momento para entrar a la Marina tenías que tener como 14 apellidos argentinos, lo había preparado Malecau. Creo que era masón. Mesnil lo habrás visto acá cantar el himno con el uniforme, vivía en una casita con unos jardines, unas glorietas, él se venía con el uniforme militar el 14 de julio, era todo un espectáculo ese hombre. Fabbre, otro muy amigo de mi papá, se fue a Carlos Paz, todos muy amigos de mi papá.

Entrevista: Juan Carlos Mercier

¿Conocés descendientes de esas familias? Debe ser gente de tu edad.

Fabbre se fue a vivir a Carlos Paz. Mesnil vivía en calle Sargento Cabral y todos los 14 de julio se ponía el uniforme y venía a cantar el himno. Malecau vivía en Suipacha, donde hace la diagonal, hay una casa con una palmera en el patio chico. No tiene hijos. Muchos los conocí: Baldi, Batie, Bernard, Lamartin: la madre era Baldi y el esposo era cónsul. Batie no, era otro francés.

¿Los Lamartin están relacionados con el pintor?

No sé, él iba conmigo a la escuela. El padre era el dueño de Colmegna. Es hijo de franceses.

Entrevista: Juan Carlos Mercier

DORATO, SUSANA: ¿Tenés recuerdos de fiestas acá en la Alianza Francesa?

SANTAERA, PIETRO: Veníamos. Sí, alguna kermesse recuerdo, del patio aquel, antes de la construcción.

Los terrenos se vendieron en 1950…

El dueño de los terrenos era médico, Michele Marengo, era nuestro médico de familia de cabecera: italiano, comunista, se fugó de Hitler, se vino a Argentina, se instaló en el hospital Italiano, vivió algunos años en el hospital, fue creador del famoso Instituto Diagnóstico, que les tiró el instituto por la cabeza porque él quería que el paciente ingresara y saliera el mismo día. Después lo agarraron los parteros…. La atendió a mi mujer, tenía un atraso de poquísimos días, le comentó los síntomas y él le dijo: estás embarazada. Era timbro, mujeriego, le pegaron un tiro, le sacaron un pulmón del pucho. Cuando estaba en el Círculo Italiano timbeaba no sé hasta qué hora y dormía 3, 4 horas, pero como médico era buenísimo. Él compró los terrenos del jardín.

Contanos lo del Puente Colgante

La reconstrucción del Puente Colgante, el crédito que facilitó eso fue posible gracias a la existencia de los poemas de Phillippe Grefé. Yo durante 1991-95 fui ministro de Reutemann, durante esos cuatro años tuvimos una serie de créditos del Banco Mundial. Al principio fue la inundación importante del 92, nos mandaron gente del Banco, les mostré la destrucción, la costanera y el puente, y me dicen: “No, es un monument. Lo convirtieron en un monumento desde el momento en que construyeron el puente de al lado de cemento. Nosotros no financiamos monuments”. Sonamos. Se había caído en el 82 y estábamos en el 92. Cuando faltaban 5 meses para irnos viene otro americano, David Better, y me dice: “¿Qué te hubiera gustado hacer que no pudiste hacer?”. Entonces yo tenía este libro de poemas, que me lo había regalado Lamartin cuando en 1989 vino Greffé y redactó nuevos poemas, él se había casado con Nicole Bureau, tenía el poema “El puente colgante”, de su primera instancia, y “El puente colgado”. Le muestro a David Better el libro –que lo tenía justo en el cajón de mi escritorio- y le digo “quiero que este poeta escriba el tercer poema: “El puente reconstruido”. Se sonríe, el crédito que él administraba no tenía nada que ver con eso, sino con catastro, pero como tenía cierto margen de discrecionalidad, me dice “vámonos a Buenos Aires”. Nos vamos a Buenos Aires y Cavallo tenía un secretario -Zapata que era mendocino-, con el que habían escrito en conjunto un libro, que manejaba el crédito. Le dice David “mostrame todas las aplicaciones para todas las provincias, que está pendiente de hacer”. Y en eso aparece catastro de Mendoza, le dice “tachalo y poné reconstrucción Puente Colgante” (risas). Yo no lo podía creer y ahí nos pusimos a trabajar en la reconstrucción. Por eso cuando lo inauguramos, que yo volví a ser ministro, lo invité a esta persona para que viniera y vas a ver la miseria de la política. “El puente resucitado”, es la letra de Greffé que tenía Parkinson, este poema nunca fue publicado porque cuando lo llevaron a El Litoral, las miserias humanas dijeron “cómo va a escribir merci Monsieur Mercier”, le hicieron escribir otro poema, que se publicó en El Litoral, en el que no estuviera esa frase.

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